DANIEL
La bulimia para mí es mi mayor fuerza, es mi orgullo, la celebro.
Traducción de Elio Verdú.
Pensaba que quien tenía el problema era yo, y quería autocastigarme.
Me crié en un pueblo muy pequeño y tradicional de Yorkshire, de lo cual me enorgullezco mucho, pero no era lo más abierto al mundo. Por aquel entonces, no había mucha representación de personas LGBT en la TV o en el cine, por lo que no entendía realmente qué me estaba ocurriendo. Mis padres son propietarios de un taller mecánico y crecí en una casa en la que todo era muy masculino. Sinceramente, siempre supe que era gay así que nunca conecté con esa idea de masculinidad. En el colegio, también me hacían mucho bullying por mi peso, aunque ya desde entonces ni siquiera me molestaba tanto porque siempre supe que el peso sería algo temporal y que mi cuerpo siempre estaba cambiando.
Desafortunadamente, cuando tenía 16 años les diagnosticaron cáncer a mis padres. Por suerte sobrevivieron, pero fue un trayecto bastante largo. En el cole, era el niño cuyos dos padres tenían cáncer, por lo que acaparaba toda la atención y estaba desesperado por controlar la manera en la que me miraba la gente. Ahora sé tras mucha terapia que esa necesidad de controlar como me veían tenía más que ver con lo culpable que me sentía con mi sexualidad: pensaba que estaba mal, así que quería autocastigarme. Empecé provocándome el vómito después de cada comida. Al principio, la bulimia tenía más que ver con control, pero acabó convirtiéndose en autolesión. En mi mente, ya había fracasado en ser “masculino” porque era gay, y la bulimia significaba otro fracaso añadido. Simplemente no podía lidiar con ello. En algún momento pensé que entre los dos fracasos tenía que elegir uno con el que quedarme, y es por eso por lo que no salí del armario como tal hasta muy tarde. Prefería que la gente supiera que tenía un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) a que se enterasen de mi sexualidad, porque de lo contrario me hubiera sentido un fracaso total.
Todo lo que necesitaba era ayuda y me la rechazaron por ser un chico.
Dos años más tarde, a los 18, mi madre por fin puso un punto final a su batalla contra el cáncer. Una tarde salimos a pasear y me contó cómo durante su adolescencia tuvo problemas con la anorexia y me dijo con mucha prudencia: “sé que estás pasando por algo, veo los indicios, sé que tiene que ver con la comida y creo que puedes tener algún tipo de trastorno. Así que, solo si estás preparado y quieres, podemos ir al médico”. Nunca supe que podrían ayudarme, nadie me lo preguntó, por lo que cuando mi madre me lo dijo me pareció maravilloso. Definitivamente le dije que sí y me entusiasmé muchísimo porque pensé que tras recibir ayuda, iría a la universidad y empezaría mi vida de nuevo. Sin embargo, el doctor me dijo que no era nada grave. Me dijo que los chicos no sufren TCA y que tan solo era algo temporal. Me sentí absolutamente desconsolado. Todo lo que necesitaba era ayuda y me la rechazaron por ser un chico. Tras ese momento mi vida empezó a girar rápidamente en una vorágine.
Fui a la universidad y fui bastante por mi cuenta. Durante los 3 años de carrera fui a peor y a peor. Llegué hasta tal punto que pensé en el suicidio. No me ingresaron en el hospital pero estaba muy enfermo. Me aislaba, no tenía amigos y me negaba a tener cualquier relación porque pensaba que si dejaba a alguien entrar y se enteraban de lo que me pasaba, me odiarían. Hacia el final de la universidad, en tercero, pasé una noche muy mala en la que básicamente perdí el conocimiento durante cerca de 24 horas. Me desperté en medio de la noche encontrándome mal y necesitaba distraerme, así que, por alguna razón, decidí ver un episodio de American Dad (odio los dibujos animados para adultos). Casualmente, el capítulo iba sobre combatir la anorexia y retrataban al personaje de una manera muy ofensiva, por lo que recuerdo pensar: “ya está, voy a mejorar”. Decidí empezar a recuperarme por mi cuenta y elegí la bulimia como proyecto de investigación en la universidad, lo que me permitiría estudiarla, aprender de ella. Desde entonces, empecé a correr y a tener una mentalidad sana, pensando en la comida como combustible en lugar de una cosa negativa.
En realidad nunca había superado mi TCA y durante todo este tiempo había vivido una gran mentira.
Con el tiempo, pensaba que había mejorado porque ya no tenía conductas purgativas. Me mudé a Londres y empecé a trabajar para una organización benéfica llamada Missing People (“Personas desaparecidas”). Me di cuenta de que allí todas las personas habían pasado por experiencias traumáticas pero lo enfocaban hacia lo positivo y buscaban diferentes formas de ayudar a los demás. Yo quería hacer lo mismo con los Trastornos de la Conducta Alimentaria, así que me uní a la organización Anorexia & Bulimia Care (“La anorexia y la bulimia importan”), una línea de ayuda nacional situada en Bristol. Es una pequeña organización que se centra en el cuidado especialista de personas con TCA, pero también conecta personas que ya lo han superado con personas que están recuperándose.
Pasaron unos años y una noche volviendo a casa me di cuenta de que había perdido mi relación de pareja, mi trabajo, estaba a punto de perder mi casa en Londres y las cosas estaban muy mal. Pensé que en realidad nunca había superado mi TCA y que durante todo este tiempo había vivido una gran mentira. Empecé a mirar diferentes opciones pero sabía que las posibilidades de obtener ayuda a través de la National Health Service (Servicio Nacional de Salud) me llevarían tiempo, porque la lista de espera era de 6 meses mínimo. Estaba muy desesperado y mis padres se ofrecieron para pagarme una terapia privada, por eso estoy infinitamente agradecido y sé que tengo mucha suerte de que mis padres se lo pudieran permitir, es algo que nunca daré por sentado.
Quiero mostrarle a la gente la fuerza y la esperanza que tienen dentro para seguir adelante.
La terapia me cambió la vida completamente. Cuando fui, dije “necesito que me ayudeis a acabar con mi TCA” y me dijeron “lo que necesitas es aceptar el hecho de que odias ser gay”. Pasé dos años recibiendo un apoyo maravilloso, sesiones semanales y demás. Finalmente acepté ser el portavoz de las organizaciones en las que había trabajado anteriormente, lo que me abrió muchas puertas y acabé haciendo entrevistas en diferentes medios, participé en documentales, etc. y continué por el camino del voluntariado. En 2019, lancé mi propia campaña para que el gobierno intervenga y obligue a las redes sociales a regular la publicidad cuyo público objetivo son personas con TCA. En 2020 fui a la BBC para cambiar Twitter, justo este año Instagram ha cambiado sus normas. Facebook y Google todavía no lo han hecho, así que estoy intentando cambiarlo también. Tengo un trabajo como freelancer en la BBC en el que colaboro en sus relatos sobre los TCA. Así que, actualmente, la bulimia para mí es mi mayor fuerza, es mi orgullo, la celebro. Mi bulimia es la razón por la que hago todo lo que hago ahora, y quiero mostrarle a la gente la fuerza y la esperanza que tienen dentro para seguir adelante.
Soy muy afortunado de haber sobrevivido, pero no debería sentirme afortunado, debería sentirme apoyado.
Cuando estaba tan enfermo, no había nadie hablando sobre el tema, por eso no sabía que probablemente cualquier otra persona podría tener bulimia. Creía que solo me pasaba a mí. Nunca imaginé que otras personas pudieran estar pasando por lo mismo. Es cierto que lo escuché en la TV y en las películas pero siempre eran personas famosas o modelos. Además, yo tenía bulimia por lo que mi peso cambiaba cada 2 semanas; nunca estaba delgado, nunca estaba bajo de peso, estaba constantemente cambiando. La bulimia muy raramente es un trastorno invasivo (por lo menos a nivel de peso) y creo que enseñarle a las personas que hay esperanza y fuerza dentro de nosotros es muy importante. Es verdad que la gente que sufre TCAs están seriamente deprimidas y hay mucho dolor, pero también es fundamental mostrarles que es posible mejorar y superarlo. Es por eso que es necesario seguir haciendo cosas. Es necesario animar a conversar sobre la salud mental porque, en mi opinión, todo el mundo tiene alguna experiencia con alguna forma de trastorno alimentario, ya sea una nueva dieta o hacer demasiado ejercicio. La gente cree que no es tan grave como realmente es y de hecho es una de las enfermedades mentales con mayor tasa de mortalidad.
Soy muy afortunado de haber sobrevivido, pero no debería sentirme afortunado, debería sentirme apoyado. La gente que me veía débil o que me decía que quería llamar la atención no tiene ni idea de lo que era mi realidad. Yo no quería atención, mis padres tenían cáncer y ya acaparaba mucha por ello. Me hubiera encantado haber podido disfrutar de mi sexualidad y ser gay, pero por el contrario, me ponía enfermo cada noche. No es algo que eligiera o quisiera. Crear diálogos abiertos, animar a la gente a conectar y ayudarse unos a otros contribuirá a deshacernos del estigma acerca de los TCA, aunque es una meta muy difícil de conseguir.